Rusia ha promulgado una nueva ley por la que los medios de comunicación serán sancionados con multas de hasta 4.800 euros al decir palabrotas. La ley ha tenido la aprobación de las dos cámaras principales del Gobierno ruso, la Asamblea Federal y el Parlamento.
La razón de que se pusiera en marcha esta iniciativa fue el escándalo que desató el periodista Georgui Yans, al arremeter en el diario Moskovski Kmsomólets (MK) contra la jefa del Comité Anticorrupción de la Duma, Irina Yarovaya. Al parecer y según apuntan las investigaciones del periodista, activistas opositores habían encontrado una vivienda de lujo no declarada situada en el centro de Moscú, perteneciente a Irina. Yans llamó a esto “prostitución política”.
El Kremlin, ha redactado una nota de prensa en la que explica que destinará la labor de censura –perdón, de control de palabrotas- a un equipo de filólogos rusos que determinará si una palabra debe ser o no sancionada. El Gobierno ruso ha declarado que esta medida tiene la función social de evitar que los niños aprendan el mal lenguaje que muchas veces se da en los medios del país.
En definitiva, la tal Irina jefa del comité, dudo que tuviera sin declarar un loft de 70 metros cuadrados. Más bien tendría un palacete con sus infinitos jardines y las ostentosas fuentes que tanto caracterizan al estilo “soy ruso, soy millonario, y te lo voy a demostrar”. O te lo voy a restregar.
Segundo, los niños van a aprender palabrotas. Esas madres que obligan a meter dinero en un hucha cuando escuchan al hijo o a la hija decir “coño” o “joder”, que se deshagan de la idea de que van a conseguir que lo dejen de hacer. Por que los niños quieren ser mayores, y esas es una de las maneras que tienen para llegar a sentirse así. Los niños escuchan palabrotas todos los días en todos los sitios, menos en los medios de comunicación. Y no porque no se digan, si no porque un niño en la televisión sólo ve dibujos. Y como mucho verá a Homer Simpson bebiendo una cerveza. No ven magazines, ni programas matutinos y mucho menos las noticias. Así que si el Gobierno ruso quiere inventarse una excusa para limitar la libertad de expresión de los periodistas, que lo haga. Pero que lo haga mejor, joder. Que al final vamos a pensar que de verdad son idiotas.
Ese último joder va dedicado a todos los periodistas rusos y a su libertad de expresión.