A los ojos de un niño, Antz tan sólo se trata de la vida de una hormiga y su labor como parte de la colonia. Pero la realidad transgrede a la ficción y el mensaje oculto en el guión aflora a los pocos minutos de empezar la película.
En apenas 81 minutos de filme, los directores Eric Darnell y Tim Johnson se sirven del ingenio de Woody Allen, quien da voz a nuestro protagonista Z-4196, para criticar la globalización como sistema político, la supremacía de la sociedad frente al individuo y la libertad sumergida en la política y la economía.
Z (Z-4196), personifica a una hormiga obrera que detesta su trabajo y no alcanza a comprender por qué debe trabajar por el bien de la colonia, cuando en realidad siente que lo esencial son sus propias preocupaciones e inquietudes.
Su sueño por encontrar un lugar en que todos sean considerados iguales (impulsado además por la utópica relación que pretende contraer con la princesa, Bala) se ve truncado por el sentimiento colectivo del pueblo y acaba por ocultarse en el hormiguero hasta bien entrada la trama.
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“Sólo son zombies sin cerebro capitulando ante la opresión del sistema.” Z (Woody Allen).
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Pero su inconformismo le lleva, por equivocación, a participar en una guerra y a convertirse en un héroe cuando regresa como único superviviente del campo de batalla. Lugar clave para el desarrollo de la historia por las palabras que hacen mella en la mentalidad de Z, pronunciadas por un soldado amigo suyo: “No cometas el mismo error que yo, no obedezcas órdenes toda tu vida. Piensa por ti mismo.” Barbatus (Danny Glover).
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Es entonces momento de preguntarnos: ¿Podemos ser libres dentro de la sociedad como individuos? ¿Dónde están los límites de nuestra libertad exactamente?
A primera vista, la sociedad de la que hablamos se puede estructurar en tres clases: la realeza, los soldados y los peones. En el lenguaje del siglo XXI estos términos evolucionan en: gobiernos, ejército (que vela por que se cumplan las leyes de los anteriores) y obreros (obligados a cumplir las órdenes de las clases altas). Una sociedad que trabaja por el “bien común” (¿de quién?). Un sistema real, en el mundo humano, que se asemeja con claridad a una colonia de hormigas; un sistema en que desde pequeños se decide el trabajo que ocupará cada individuo de adulto y, consecuentemente, se le adoctrina de la manera en que desempeñe esa labor de la forma más correcta posible.
Sistema en el que además se castiga a todo aquel que se rebele y suponga un peligro para la comunidad. Los revolucionarios son considerados como bichos raros, una lacra que debe exterminarse, que repugna tanto como lo hace K (protagonista de la novela ‘Metamorfosis’ de Kafka).
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“Sólo son insectos de suelo.” Muffy (Jane Curtin).
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El sacrificio pasa de ser un vocablo a ser un sentimiento necesario y obligatorio, un ideario en una sociedad en que los peones dejan de ser “personas” (u hormigas) para convertirse en herramientas. Ejemplo de ello es la unión de varias hormigas con el fin de demoler una roca: “Sed parte de la bola.” Foreman (Grant Shaud).
Pero la perseverancia es objeto de admiración en la misma medida en que la multitud es corrompible. Y un grito que se levante por encima de las voces acalladas puede dar lugar a una revolución obrera, que aplaque la conciencia de los fuertes y deteriore la confianza y la seguridad que se auto inyectan.
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“El individualismo nos hace vulnerables.” General Mandible (Gene Hackman).
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Son muy pocas las películas (de animación menos aún) que tratan, aunque de forma latente, temas tan complejos y profundos a la par de interesantes. Temas que tocan tanto la filosofía general, como aspectos propios de la sociología y la política.
Tan sólo son 81 minutos de reflexión. Tan sólo se trata de la vida de una insecto.
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¿Te atreves a salir de tu hormiguero?